Espero que entre vosotros, nosotros, no haya libres absolutos ni las mejores costumbres, porque ¡Ay de nuestra bella fraternidad!
La luz es visible en lo oscuro, en lo tenue, humano y material, ésta, la luz que no puede ser visible en el máximo resplandor, divina para lo humano requiere lo humano.
Así que bienvenida con respeto y mesura nuestra humanidad, porque el cuerpo y sus pasiones también pueden ser divinos y en ésta posibilidad aparece nuestro deber y nuestro mejor regalo.
La pertinencia y grandeza de los actos de amor solamente hallan su morada, destino y mérito en la real necesidad del mismo, es decir, en su materialización ante la más grande dificultad pues, la fuerza -principio de la virtud- no se requiere para amar al amable o perdonar a quien no ha hecho daño. Por ende, es imposible tener actos virtuosos cuando se está rodeado de seres ya perfectos.
Así que bienvenida nuestra humanidad, bienvenida la presencia y esencia real de un hermano muy humano, de un hermano perfectible, éste es el principio de nuestra fraternidad, su primera posibilidad.
Es importante reconocer nuestro lazo hermano con la humanidad entera, pues toda ella participa de éste primer principio fraternal y nos construye en él.
Sin embargo, he aquí congregado un círculo especial; un triangular y multiforme espíritu que se caracteriza por la dirección que toma su voluntad. Sí. Creo que ahora me es realmente permitido llamaros hermanos, pues mis actos, éstas palabras, lo que puedo y debo enseñar me permite considerarme hermana, me permite finalmente, serlo.
Que mi presencia aquí hoy, despliegue y multidimensione la Luz que hay en vosotros, que se renueve el constante aprendizaje, la necesaria aceptación, que éstas palabras remuevan dentro de ustedes el recuerdo de lo ya aprendido y cumpla con su destino: la acción.
En nuestro caso particular, la acción colectiva que tanto anhelamos. Y he aquí que de nuevo mencionaré nuestra especial voluntad. Pues si bien la voluntad es esencial en cualquier acto humano permitiendo que uno y todos los actos se realicen, la voluntad masónica es especial porque no es una voluntad ciega, es una voluntad que sin saberlo todo, sabe que sus actos deben dirigirse a la luz. La luz finalmente guía nuestra voluntad. Necesitamos expandir la luz, lo bello de la razón, la consciencia para que nosotros y los demás elijamos correctamente o, de la mejor manera que nos es humanamente posible ver. Necesitamos decidir el bien para que nuestra voluntad materialice el bien.
Que la Luz sea consciencia, sea acto a través de todos nosotros, HERMANOS.
Con afecto y profundos deseos de que las cosas en el mundo mejoren, os dedico éste escrito a vosotros, al Gran Arquitecto del Universo y al Progreso de la Humanidad.
Fraternalmente,
Apr:. Resp:. Log:. Sol de Oriente
Bogotá, Colombia, 16 de Marzo 2014, e:.v:.
Convento Nacional de la Federación Colombiana del Derecho Humano.